El blanco no conoce de estaciones, ¡pero el verano le siente tan bien! Ligero, relajante, luminoso y, sobre todo, muy fresco. Al contrario que los colores oscuros, que atrapan la luz y con ello retienen el calor, el blanco la refleja, garantizando así más frescor. Por eso un espacio dominado por el blanco siempre resultará más refrescante que uno donde los colores de más intensos sean los protagonistas.

Combinado con el azul crea estampas 100% veraniegas, aunque el verde en sus matices más alegres y ácidos también le sienta de maravilla. Y los tonos empolvados, tan de moda, y los pastel darán color sin estridencias.