Hay casas que son ellas mismas las protagonistas de una historia. Casas donde cumplir ese sueño íntimo y secreto (o no) que todos tenemos, el de un verano bullicioso, repleto de primos, amigos, conversaciones interminables bajo las estrellas, pies descalzos y vida, naturaleza, mar, mucha vida. Si esa casa se encuentra en el corazón de la Costa Brava, a escasos metros de un acantilado y estamos rodeados de jardín y pinos mediterráneos, ya no es un sueño: es una fantasía hecha realidad que se parece mucho a la felicidad.
A finales de junio empiezan a llegar todos. Padres, hijos, nietos... una gran familia que se instala aquí hasta septiembre, como si de una postal antigua, anterior a la era del estrés y los workaholic se tratara. Cómo nos gusta: entran y salen, reciben visitas de amigos, les invitan a quedarse... ¿Es este o no un verano inolvidable? Pero vamos a lo que nos ocupa: la casa. “La casa tiene unos ochenta años, ha pasado por las manos de diversas familias, tuvo sucesivas ampliaciones e incluso estuvo un tiempo abandonada. Nosotros le dimos unidad y restauramos o reprodujimos los elementos que le dan carácter, como los altos techos con vigas de pino, el pavimento de barro o las ventanas en arco”, explica Juan Carlos Escrivá, el constructor y autor de la rehabilitación.
Del interiorismo se encargó la decoradora Bárbara Sindreu: “Como es una casa de vacaciones que se disfruta sobre todo en verano, busqué una decoración fresca. Elegí un beige claro para paredes y tejidos, y buena parte de los muebles son de madera natural para combinar con las vigas”.
En una casa de verano, no podía faltarnos el lino. Bárbara recurrió a largas cortinas de este material para hacer que las estancias, amplias y de techos altos, fueran más agradables, tuvieran ese look and feel estival: cubrió con ellas todas las ventanas y con alfombras ligeras la mayoría de los suelos. Tejidos “que envuelven los espacios y los hacen confortables”, apunta.
Este paraíso familiar tiene dos salones, uno pequeño e informal encarado hacia el jardín y el mar, y otro más grande y clásico. “Los propietarios son amantes del arte y cada salón está presidido por una obra de gran formato”. Incluso hay cuadros en el baño, concebido como una parte más del dormitorio principal. Tanto que tiene hasta un rincón de tocador con una butaca, junto al lavamanos. La encimera, de mármol, es más baja en ese rincón para poder arreglarse con comodidad. “En dormitorio y baño dominan los mismos tonos beiges, que crean una atmósfera muy serena, tienen el mismo parquet de roble e incluso la madera del mueble bajolavabo es la misma que utilizamos para las mesillas de noche”, comenta Bárbara. Junto con la terraza con vistas, es un espacio ideal para descansar. Y para contemplar ese mar. El mismo de todos los veranos.