La pintura es un clásico para renovar la decoración de nuestras casas. Un toque de color puede cambiar por completo la imagen de cualquier estancia ¡y también de la cocina! Eso sí, ha de ser pintura especial, resistente a la humedad, el vapor y la grasa. El primer paso es limpiar la cocina a fondo: para que el resultado sea el deseado –y dure–, es necesario eliminar cualquier resto de grasa o suciedad. Después, desmonta todos los muebles que puedas, lija las superficies porosas y aplica una mano de imprimación, clave para conseguir después unos buenos resultados y que la pintura se adhiera bien. Lo siguiente es pintar los muebles de la cocina, los azulejos y todos los detalles que quieras actualizar. ¡Conseguirás un cambio como el de Mónica con una inversión mínima!