Su actual propietaria la disfrutó cuando era niña y ahora, casada y madre de cuatro hijos, ha vuelto a ella encantada de la vida. Tan solo hicieron falta algunas pequeñas reformas para darle más confort y adaptarla a las necesidades de una familia ya numerosa. Y, desde luego, redecorarla de arriba abajo. El salón, centro de la vida diaria y punto de reunión familiar, se distribuyó en tres ambientes. El más abierto y social, presidido por un sofá, junto a la chimenea; otro destinado a la lectura o al descanso junto a la librería, y finalmente el comedor, más cercano a la cocina. Todos son espaciosos, con zonas de paso holgadas, sin apretura alguna.

A eso contribuye en gran medida la elección del mobiliario, un punto fuerte de esta casa. Me explico: se partía de unos cuantos muebles de herencia familiar y su dueña decidió que lo más oportuno sería combinarlos con algunas piezas más actuales para conseguir un resultado confortable y relajante, pero teniendo muy claro el objetivo de decidirse tan solo por lo imprescindible. En concreto, se hizo con varias lámparas muy minimalistas con pie metálico para iluminar y marcar con buena luz los distintos ambientes. Y más: la clásica chaise longue se tapizó con un lino blanco para suavizar su presencia, el armarito de estilo castellano se situó entre dos ventanas y cercano a un moderno puf redondo también en blanco, la butaca se vistió con una llamativa tela de rayas, del mismo modo que las sillas, también heredadas, lo hicieron con una preciosa y actualísima en tonos amarillos. Estas tapicerías vistosas, además, son el justo contrapunto del resto, ya que tanto el sofá como las alfombras, la pintura de paredes y techos, y el acabado de las maderas se mueven en torno a los colores neutros y tonos piedra, envueltos por el marrón de las cortinas. En fin, el efecto conseguido no ha podido ser más equilibrado, apacible, y al mismo tiempo atractivo.

En la segunda planta, destinada a la vida más privada, los espacios siguen siendo geométricos y amplios. La habitación de las mellizas, con paredes color piedra y mobiliario blanco tiene metros de sobra para contar con dos zonas, para dormir y para jugar y estar, y debe su energía a los textiles en tonos rosas y rojos. Dan ganas de estar allí con solo verla en las fotos. El dormitorio principal está presidido por una gran cama con dosel, respira calma y serenidad y tiene salida a la terraza que da al jardín. Una gloria. Y una estupenda idea la de la repisa que recorre la pared bajo la ventana y que sirve de zapatero con guías accesibles desde su frente. Habrá que apuntarla en nuestro cuaderno de buenas soluciones.