"Yo nací en esta casa, siempre he vivido aquí. Cuando me independicé con mi pareja, buscábamos un piso para comprar. Y por salud de mis padres, ya que el edificio no tiene ascensor, hicimos el cambio. Nos quedamos nosotros aquí y mis padres se mudaron. Así que volví a mi casa de siempre. Estaba a gusto, ¡pero era la casa de mis padres! Mis hijos han crecido, y al fin, después de 12 años, me he animado con la reforma”. Nos lo cuenta Rebeka, seguramente, con una mezcla de emociones. En esta casa está tooodaa su historia, pero como es lógico, necesitaba que cuadrara con la Rebeka que es hoy.

“Le pedí al interiorista Iñigo Echave que todo fuera fluido, tranquilo y armonioso. Y que aunque pasaras de un espacio a otro te sintieras en la misma casa, que no por entrar en la habitación de la niña fuera meterte en Disney”, nos cuenta. Así que Iñigo diseñó una nueva-casa de siempre donde “lo más importante fue dejar la cocina y el salón abierto”.

“Creamos una zona de día, amplia y lo más luminosa posible y otra de noche, y nos servimos de una gran puerta corredera para separar espacios”, explica él. “Tuvimos muchas dudas, pero al final me animé, mi hermana había hecho obra y me dijo 'no te vas a arrepentir porque es aquí donde se hace la vida'. Yo cocino mucho y antes estaba yo en la cocina y los demás en el salón, ¡estaba como castigada!, y además cocinaba mirando a la pared. Dije 'quiero cocinar mirando al comedor', así que esta reforma me encanta. Aunque me costó decidirme, pero dimos con la cocina perfecta”.

Y otro punto clave, cómo no, es la luz: "Para mí era muy importante. La decoración nórdica me gustaba, y por eso el suelo es clarito y las paredes blancas, con muebles en tonos suaves. Al principio tenía locos a los niños: ¡cuidado con las paredes! ¡Quítate los zapatos! Pero me he ido relajando, ja ja ja", apunta una feliz Rebeka en su casa de siempre, eso sí, ahora más suya.