Blanca por dentro y azul (y blanca también, en honor a la verdad) por fuera. La casa, levantada sobre el Mediterráneo y en la Costa del Sol, es una gozada. Está construida en forma de U, rodeando la piscina de aguas azulísimas y vaso casi cuadrado de gresite. También cuenta con dos porches gemelos semicubiertos con poderosas vigas de madera y uno tercero central. Y no me extiendo más porque lo podéis ver vosotras mismas en las primeras fotos, las que nos muestran la fachada y los exteriores. Estaréis de acuerdo conmigo: son absolutamente encantadores, con ese punto de construcción mimada al detalle que le da una apariencia de escenario de cuento con final feliz. Muros blancos y ventanas y contraventanas azul intenso, azul mar, azul piscina, azul agua. En el interior son los colores neutros los que vencen, y se encargan de repartir paz y relax a toneladas. Las paredes y techos están pintados en un suave tono vainilla, y las ventanas y puertas, las mismas que son azules por fuera, están lacadas por dentro en un blanco radiante. Ese contraste entre interior y exterior se hace especialmente evidente (y con un impacto brillantísimo) en el pabellón destinado a comedor. Abrid las dos fotos y comprobaréis el contraste tan efectista entre el exterior de un azul potentísimo y el espacio interior blanco a rabiar, con tan solo la licencia de las baldosas hidraúlicas del suelo en tonos azulones (unas baldosas, por cierto, que simulando un formato de alfombra, se extienden también en la cocina). Es como el haz y el envés de una misma hoja, el derecho y el revés de un tejido, la cara y la cruz de una moneda. Un recurso decorativo sorprendente que marca esta casa de una manera espectacular.