Esta es una historia de casi cien años, con final feliz, aunque estuvo a punto de no ser... "Cuando vi las fotos pensé 'este es mi antipiso': no era lo que buscaba, ni por pequeño, ni por tener demasiado pasillo", nos cuenta la ahora orgullosa propietaria de este piso, que no se había modificado desde su construcción en 1936. "Pero cuando lo vi en persona me decidí porque ya conocía a la interiorista Gloria Borrás y sabía de lo que era capaz", explica.

Ambas comprendieron que lo que tenían entre manos era un verdadero lujo y que debían respetar el carisma único de la casa. Ventanas, puertas, techos... Todo lo que se pudo mantener se mantuvo. Y lo que no, se recreó. Como el suelo, el mismo en toda la casa, un truco para que se vea más grande. "Antes teníamos madera natural, pero aquí apostamos por un laminado para no estar preocupados por si se estropeaba. Queríamos que fuera espectacular, pero muy sufrido", recuerda la dueña.

Porque al fin y al cabo se trata de una casa y no de un museo, esta vivienda está llena de secretos ¡y negociaciones! "El cerramiento de la cocina fue un compromiso de pareja, porque yo quería un espacio abierto y mi marido no", cuenta la propietaria. "Quería que también hubiera espacios privados", prosigue. Por eso, las puertas originales ahora separan, en el dormitorio, la zona de dormir del baño y de paso recuerdan ese pasado todavía presente.

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