Cada verano Christel y su familia decían bye, bye a su lluviosa Inglaterra rumbo a la soleada Formentera. La historia era siempre la misma: peregrinaje con las maletas y el niño pequeño de hotel en hotel... Hasta que, hace un par de años, la fortuna les sonrió y se enteraron que esta casa se vendía. ¿El problema? Era pequeña, estaba destrozada y tenía una distribución caótica, organizada en dos edificios comunicados por un paso abierto.
“Lo primero fue reorganizar los espacios. Por ejemplo, originalmente, la cocina estaba en el edificio secundario y el salón en el principal. Decidimos intercambiar funciones, porque era más cómodo que la cocina ocupara un lugar central”, explica Gemma Gallego, interiorista de Knowhaus, responsable de la reforma.
A esta redistribución se sumó la ampliación de la casa, respetando siempre las limitaciones de la isla. Tuvieron la suerte de que los techos eran de doble altura, y así fue cómo pudieron ganar una segunda planta.
La casa era ahora más cómoda y amplia, “pero queríamos que fuera, además, fresquita y acogedora, muy en sintonía con el estilo boho chic de la isla”. Para lograrlo, apostaron por un luminoso y cálido blanco, salpicado por detalles en verde agua, azul y malva. Incluso el suelo es blanco. De microcemento, unifica todos los espacios y contribuye a que parezcan más amplios.