Carmen, la propietaria de esta cabaña en el Valle de Arán no es decoradora, pero tiene un gran instinto, ¡y es una voraz lectora de El Mueble! "Yo soy muy de feelings”, nos cuenta sobre cómo compró una casa sin encanto y la xonvirtió en un refugio mágico. “La casa estaba horrible: en 40 años no había tenido reformas,
así que era muy antigua, con todo tabiques y madera muy oscura. No entraba por los ojos, pero la estructura, ventanas, ubicación y la madera me enamoraron”.
El feeling, como ella dice, fue instantáneo. Vive en Madrid con su hija y su marido, de modo que tardan seis horas cada vez que vienen (de hecho, cuando no están disfrutando de la casa, la alquilan a través de luderna.com/es), pero su marido la dejó hacer. “La decoración es 100% mía. He subido solo un par de fines de semana a supervisar la reforma. Lo coordinaba desde Madrid mandando fotos y unos power points y los obreros alucinaban”, nos cuenta.
¿Lo más complicado? Recuperar el aspecto de la madera natural (solo la cubierta mide 22 metros de madera tratada palmo a palmo). Pero viendo el cálido e impresionante efecto, Carmen demostró que acertaba al querer conservarla. Lo mismo que cuando pidió más y más ventanas. Especialmente ese ventanal en la fachada donde ahora hay un banco de lectura, todo un desafío técnico y burocrático.
Nos queda claro que su obsesión era abrir espacios, ya que el dormitorio principal, en la planta de arriba, tiene cristal en lugar de un tabique. “La casa gana mucho, porque no es enorme, pero con esta amplitud de espacios lo parece”. Para decorar, eligió una gama cromática neutra y la repitió en toda la casa, “así sé que si he comprado algo que no encaje en una habitación me sirve en otra”. ¡Tomamos nota!
House tour de la casa
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