¡Ring, ring! Ahí está otra vez ese despertador implacable. Y como cada mañana, tu primer impulso es estirarte para pulsar el botón de repetición. "Solo cinco minutitos más", te prometes. Luego serán diez, después veinte... ¡y ya sabemos cómo acaba esto! Sales disparada de casa, con el pelo a medio peinar, el desayuno a medio comer y la sensación de que el caos se ha apoderado de tu día antes incluso de empezarlo. ¿Te resulta familiar? A mí me pasaba exactamente lo mismo hasta que descubrí el poder transformador de esta mini rutina de limpieza mañanera. Es tan sencilla y eficaz que en cuanto te acostumbres a ella, alucinarás con el cambio que se produce en tu estado de ánimo (y en tu hogar, claro). Quédate conmigo, que te cuento de qué va.

Ventilar todas las habitaciones

Nada más levantarme, haga un frío polar o un calor del desierto, lo primero que hago es abrir las ventanas para ventilar toda la casa un mínimo de 10 minutos. Porque después de ocho horas respirando el mismo aire, hay que eliminar el CO2 y dejar que el aire se renueve. Eso sí, para que se ventile en condiciones, siempre cierro las puertas. Además, como convivo con dos chihuahuas, tengo que vigilar mucho el tema de las corrientes de aire y el frío.

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Darle un repaso al polvo

Mientras la casa respira, cojo una bayeta de microfibra o un trapo normal y quito el polvo de la mesita de noche y la lámpara de mesa, porque con el movimiento de las sábanas y los cojines durante la noche, siempre se acumula en la superficie, y eso es algo que, como persona asmática, me va fatal.

Recoger el lavavajillas
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Poner orden en la cocina

A continuación, me dirijo a la cocina, y como suelo dejar el lavavajillas funcionando por las noches, lo primero que hago es guardar cada cosa en su sitio. Después, llega uno de mis momentos favoritos: el desayuno. Me niego rotundamente a ser de esas personas que engullen una tostada mientras corren hacia la puerta. ¡Ni hablar! Me siento, disfruto cada bocado y saboreo mi café como si tuviera todo el tiempo del mundo (aunque sean solo diez minutos). Y al terminar de desayunar, todo queda recogido. Platos, tazas, cubiertos... O bien los lavo a mano, o los meto directamente en el lavavajillas.

Hacer la cama

Luego regreso al dormitorio para hacer la cama. Muchos expertos de la limpieza recomiendan dejarla sin hacer para evitar que los ácaros se multipliquen, pero mi lado perfeccionista no puede con ello, y es que soy de las que necesita ver su habitación como la suite de un hotel de lujo.

Limpiar la ducha
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Limpieza exprés en la ducha

Ya en el baño, una vez he terminado de ducharme y justo antes de salir envuelta en mi toalla, paso la rasqueta por las paredes y la mampara. En solo 30 segundos, me aseguro de que no se formen esas terribles manchas de cal que, cuando llega el día de hacer una limpieza profunda en el baño, se convierten en la tarea más tediosa (y a veces, no hay quien las elimine).

Un repaso rápido a toda la casa

En cuanto estoy vestida y lista para enfrentarme al mundo, dedico exactamente un minuto a hacer un recorrido visual por toda la casa para asegurarme de que todo está en orden: ese cojín que parece haber sido aplastado por un elefante (o en este caso, por uno de mis perros), la manta que se deslizó al suelo, el mando a distancia que acabó engullido por el sofá... Por último, pulverizo el ambientador por todas las estancias, porque si hay algo que me chifla es entrar en casa y que huela a mi aroma favorito. ¡Mmmm!

 

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