Los orígenes del terrazo se remontan, nada menos, que al siglo XV en Venecia. En aquella época, a partir de la fabricación de suelos de mármol, se aprovechaban los guijarros sobrantes que, posteriormente, se unían con arcillas y se usaban como pavimento. Más adelante, las arcillas se sustituyeron por cemento, que es el aglomerante usado actualmente. Debido a que el resultado es un material muy barato y resistente, se ha utilizado tradicionalmente para suelos de viviendas y locales públicos, sobre todo durante los años 70. Con el tiempo, el suelo de terrazo adquirió connotaciones negativas y se veía como una superficie pasada de moda, prima hermana del gotelé, así que se sustituyó (o se escondió) por parquets, tarimas o cerámicas más neutras y cálidas.
El terrazo proviene de material de rechazo de canteras de piedra natural, por ejemplo, de bloques rotos que no se pueden usar pero que mantienen todas sus propiedades físicas. Estas secciones de piedra natural se trituran y luego se unen con cemento. A nivel decorativo, los pedazos de piedra le dan un aspecto u otro dependiendo de su origen y color, aunque también puede colorearse si queremos un tono de fondo diferente al natural del cemento.
El terrazo se fabrica con moldes, de los que se obtienen baldosas de unos 3 ó 4 cm de grosor. El material aglomerado en este caso es de origen calcáreo y suele tratarse de fragmentos de piedra caliza, dolomitas o mármoles. Se destina principalmente a pavimentos, aunque también pueden producirse piezas especiales con él, como por ejemplo peldaños. Además, se puede usar para otros fines aparte de pavimento, como hemos visto, ya que por obra y gracia de las modas y la tecnología, su dibujo puede reproducirse en todo tipo de productos: textiles, vajillas, libretas, etc.
Si quieres que tu casa esté a la última este año, no puedes perderte las 12 cosas que, sí o sí, debes incorporar ya mismo. ¡El terrazo es una de ellas!