Es probable que desde hace un tiempo hayas visto cómo Pinterest e Instagram se inundaban de manera gradual de cocinas con alfombras (las más populares son las alfombras vinílicas que imitan la baldosa hidráulica, aunque también hay alfombras de algodón, de ratán...). Y es que lo que empezó tímidamente se ha ido consolidando como tendencia hasta el punto que, ahora, lo "raro" es ver una cocina al desnudo, sin una alfombra que vista y proteja su suelo. Esta moda es más un revival que una tendencia nueva, porque ya nuestros abuelos tiraban de alfombras para salvaguardar el suelo de la cocina y dar un extra de calidez a esta estancia, que por entonces, era el corazón de la casa.
Tendencia o revival, lo que es seguro es que cada vez son más los que dejan de lado los prejuicios –que si es sucio, que si es incómodo, que si vas a ser un esclavo de su mantenimiento…–, le pierden al miedo y se atreven a probar. Porque tener una alfombra en la cocina es algo tan natural como tenerla, por ejemplo, en el recibidor.
Y si las razones antes expuestas no te acaban de convencer, ahí va una extra: tu espalda te lo agradecerá. Y es que posarse sobre una superficie mullida mientras se cocina o se preparan los alimentos, beneficiará la posición de la espalda y amortiguará la pisada, dando mayor sensación de confort. Si aun así no lo ves claro, ¿no padecerás de alfombra fobia?
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