Mar Gausachs, estilista: "Si eliges un cuadro para la pared del sofá, las líneas nunca fallan"

La buena noticia es que hay muchas opciones para decorar la pared del sofá sin que te pese (ni literal ni emocionalmente): desde cuadros con geometrías potentes a composiciones ligeras sobre baldas estrechas. “Una opción que me encanta y que recurro mucho porque visualmente es muy potente y no está reñida con el feng shui, es poner una balda muy estrecha, bastante baja, con varios cuadros apoyados uno al lado del otro, como hice yo en el salón de mi casa, que vemos en esta imagen", explica.

Aquí lo importante es la proporción. “Depende del salón, depende de las medidas del sofá, todo tiene que ir en proporción”, apunta Mar. Es decir, ni un cuadrito perdido en una pared enorme ni una obra que parezca a punto de tragarse el sofá. Un buen truco: si el sofá es alargado, busca cuadros rectangulares, también en formato horizontal. “Visualmente es más estético”, nos explica Mar. “Si el sofá es alargado, yo buscaría un cuadro rectangular, no tan cuadrado, porque alarga el espacio”. Y ese efecto óptico suma puntos: hace que el salón parezca más amplio y armónico.

Si te cuesta decidirte por una pieza única, opta por una pareja. “Una opción interesante es hacerse con dos cuadros similares, unos gemelos que estén vinculados uno con otro, más geométricos, que vayan en pareja”, propone Mar. Esta simetría transmite equilibrio y serenidad, justo lo que buscamos en la zona de estar. Además, puedes jugar con ellos: usar marcos iguales pero láminas distintas, o apostar por dos obras del mismo artista que dialoguen entre sí. El resultado es siempre decorativo, actual y con intención.

Mar lo tiene claro: “Soy muy fan de las líneas geométricas, los cuadros que juegan con geometrías y colores”. Y no es casual. Las composiciones geométricas no solo son tendencia, sino que aportan orden visual y un punto contemporáneo al espacio. Da igual si son composiciones abstractas o bloques de color, este tipo de piezas siempre generan sensación de estructura y serenidad. Los tonos también juegan un papel clave: si eliges colores suaves (beige, arena, gris claro), el ambiente será más relajado; si te atreves con tonos más vivos (mostaza, terracotas, verde oliva, azul petróleo), ganarás dinamismo. ¿Lo mejor? Encajan tanto en salones minimalistas como en espacios más clásicos para romper la seriedad.

“Las medidas que recomiendo: 70x90. Quedan muy bonitos”, nos dice Mar. Este formato es lo bastante grande como para destacar, pero no abruma. Puedes colgar uno solo, colocar dos en pareja o incluso apoyarlos sobre una balda o repisa, como vemos en esta imagen. Además, es un tamaño que funciona con la mayoría de sofás de dos o tres plazas, y permite jugar con marcos sin que se vea recargado. Y hablando de marcos...

“Siempre que se pueda, y a no ser que sea un lienzo, enmárcalos. Si es una lámina, siempre es bonito enmarcarla”, recomienda Mar. El marco no es un simple detalle: es lo que le da presencia a la obra, lo que la define y la integra en el ambiente. Y aquí entra en juego el estilo del salón. “Podemos jugar con los marcos, por ejemplo, de roble si se tiene el resto de mobiliario de roble, o en negro si va acorde con algún toque negro de la estancia”. Es un pequeño gesto que marca la diferencia.

Más allá de las reglas y proporciones, lo importante es que ese cuadro diga algo de ti. “Otra opción que me encanta, quizás es muy tibia, pero ideal para poner detrás de un sofá, es un cuadro que defina cómo es la persona que vive ahí”, nos confiesa Mar. “Puede ser muy llamativo o súper sobrio, pero es un recurso que nunca falla”. Piensa en una fotografía que te emocione, una ilustración que te inspire, una obra que tenga una historia detrás. Porque cuando un cuadro conecta contigo, el salón ya no es solo bonito: también es tuyo.