Esta casa era, literalmente, una ruina cuando Patricia, la propietaria, dio con ella. Pero estaba en un enclave único –un paraje natural protegido– y cumplía uno de los requisitos que la familia se había marcado a la hora de buscar una segunda residencia: estaba a menos de 90 minutos en coche de Madrid.

Fueron incontables las batidas que dieron durante cuatro años por ese radio de búsqueda hasta dar con esta finca toledana: “Solo quedaban unas pocas ruinas de la antigua construcción, que procuramos conservar. El problema es que estaban en muy mal estado y se derruían”, explica Pablo Álvarez de Lara, arquitecto y responsable del proyecto de esta casa.

A la hora de planificar la casa, era muy importante para los propietarios que la conexión directa con el patio y el jardín.

Por eso el arquitecto la proyectó en su mayoría de planta baja: “Solo el dormitorio principal está en una segunda planta, pero la vida discurre a pie de campo”, sostiene el arquitecto, que destaca que en proyecto, por su conexión con el entorno, "era básico que la casa pareciera que llevaba allí toda la vida.

Es uno de mis objetivos cuando planteo una casa en un entorno natural como este. Y es que, aún siendo de nueva construcción, que parezca que la casa lleve toda la vida ahí, que encaje aquí, como si este fuera su sitio". Objetivo logrado.