Si te van los clásicos, pon cuadros
Lo habitual es una composición de 2, 3 o 4 cuadros que se ajusten al ancho del cabecero o, si no tienes, de la cama. Pero hablando de cuadros, ya te puedes imaginar que las posibilidades son infinitas. Todo un arte que requiere mucho ensayo, prueba/error para conseguir una composición proporcionada que no quede ni muy apretada ni demasiado holgada.
Para escoger la pieza debes tener en cuenta tanto el espacio que hay que ocupar como el tamaño de cada una de los cuadros (las piezas más grandes necesitan más espacio alrededor y las pequeñas poco, para que no queden "volando"). Lo mejor es que te dejen probarlos en casa sin compromiso.
Cabeceros con repisa: todo es más fácil
Por alguna razón estarán tan de moda... Los cabeceros con profundidad suficiente para transformarse en una repisa te permiten ahorrarte la mesita de noche (si es que dispones de muuuy poco espacio) y, además, decorar con cualquier tipo de complemento: flores, cajas, libros, fotos...
Un cabecero original, una pared diferente...
Podemos elegir un color distinto, o simplemente más intenso, para la pared de nuestro cabecero que resalte su tono o dibuje su diseño. Pero hay muchas otras maneras de darle protagonismo: un básico son las rayas verticales. Pueden ser pintadas, con lamas de madera, de papel pintado... y combinar dos o más tonos. Y puestos a combinar, las telas también tienen mucho que decir.
¿Cuántos zócalos diferentes podemos crear mezclado todos estos materiales? ¿Jugamos? Madera y pintura, pintura y papel, papel y tela, madera y papel... ¿Y al revés? Y lo mejor: donde pones un zócalo, ya no necesitas cabecero.
Y cuando no hace falta nada...
Hay paredes que ya te roban la mirada sin más, que no necesitan vestimentas y que hacen buena la frase "menos es más". Son las paredes de piedra, de obra vista, de madera... que ya aportan su propio dibujo y textura.
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