Cuando nació Alex, su primer nieto, la lectora Anna emprendió una de las grandes aventuras de su vida: construir una gran casa con jardín y piscina. "Durante las obras, llegaba a las visitas con mis revistas de El Mueble. Me decían que si no me las olvidaba nunca... Claro que no, ¡son increíbles!", nos cuenta nuestra protagonista.
Anna soñaba con un terreno con vistas al campo y encontró una zona mágica en Navata, un pueblecito de Girona. Concretamente, se instaló en las inmediaciones del campo de golf de Torremirona. Una de sus principales aficiones.
En el Alto Ampurdán disfrutan de un microclima privilegiado. José Manuel Infiesta, el arquitecto, es un buen amigo de la propietaria y supo de inmediato lo que necesitaba: una casa abierta al exterior para disfrutar todo año.
"Hicimos la piscina muy larga para poder nadar con toda la familia", explica Anna. ¿Otro deseo? Quisieron aprovechar la luz al máximo. Y vaya si lo consiguieron. La casa es un auténtico espectáculo lumínico.
Todo el frontal está construido con cristales, como si vivieran en el exterior. Dependiendo de la hora del día, son unos u otros los colores que penetran en el jardín y se cuelan por los grandes ventanales.
Los rayos de sol siguen su recorrido por el suelo de madera. Sentimos como nos envuelve una atmósfera única en el salón. Los techos, también de madera, ¡tienen una altura de seis metros!
Este lugar está lleno de muebles antiguos restaurados. "Aunque no lo parezca, alguna pieza tiene más de cien años", reconoce la lectora. Y otras son reliquias personales. Como los trofeos de golf que encontramos sobre la mesita, al lado del retrato de nuestra anfitriona. ¡Qué estilazo!
El salón comedor se integra con la cocina en una gran sala con vistas a la naturaleza. "Por la mañana, bajamos a desayunar con gafas de sol. Es espectacular la luz que entra", relata Anna en su cocina con isla y mobiliario de madera.
¿Te has fijado en el fregadero? ¡Menudas vistas para limpiar los platos! Así se anima cualquiera a colaborar a en casa. Las lámparas de techo de bambú potencian este clima tan especial que respira toda la casa. ¿Y qué nos dices de los taburetes acolchados?
La suite de Anna tiene su propio vestidor y baño. Al lado de la mesita, una silla clásica con tapizado floral sostiene un cuadro. Un toque muy personal. Y un gran cuadro étnico de aire africano hace de cabecero. ¿Otro detalle? Las mesitas son distintas y hay dos apliques para lectura en la pared.
La luz cruza toda la habitación. "Disfrutamos de la puesta de sol desde esta terracita. El lugar es fantástico y muy muy tranquilo", presume la anfitriona. La verdad es que aquí los cielos son mágicos.