Cada cambio de década suele ir acompañado de cambios vitales. Si a los veinte los amigos, los viajes y la diversión son los motores que rigen tu vida, a los treinta, se suelen ser otros nuevos, como puede ser la primera casa o, incluso, estrenarte en la gran aventura de la paternidad. Y todos estos cambios también se materializan en casa.
Así, si en los 20 cualquier cama es perfecta para dormir a pierna suelta, a los treinta empiezas a valorar tus ocho horas de buen descanso y un buen colchón tiene en gran medida la clave. ¡Por no hablar del sofá! Ahora lo quieres mullido pero lo suficientemente rígido para no hundirte, a poder ser rinconero o con módulo chaise longue, para tumbarte cómodamente durante tu maratón de series.
Lo dicho, si tú ni tus gustos sois los mismos a los 20 que a los 30, ¿por qué debería ser la misma tu casa?