Desde el primer vistazo, esta casa de montaña cautiva con su encanto rústico. La piedra y la madera envuelven la construcción con esa calidez atemporal que evoca refugios de ensueño en plena naturaleza. Sin embargo, al cruzar la puerta, la sorpresa es absoluta: un interior luminoso, dominado por el blanco y una modernidad serena que multiplica la sensación de amplitud y paz.
Pero lo mejor está más allá de sus muros. Desde sus ventanales, el paisaje se despliega en todo su esplendor: un prado infinito donde los caballos galopan libres, componiendo una estampa que parece sacada de un cuento. Aquí, el tiempo se detiene y la vida se disfruta con calma. Un proyecto de Carla Catalán, de Alto Interiorismo. ¿La vemos?
Si quieres estar al día de todo lo que publicamos en www.elmueble.com, suscríbete a nuestra newsletter.