Entramos en esta encantadora casa de 1930 que se ha modernizado sin perder su esencia de campo: con cocina abierta, salón luminoso y el recibidor más hermoso que verás hoy

Silvia y Laura nos desvelan que la propietaria es fiel lectora de la revista El Mueble, de ahí que sepa algunos trucos para sacar partido a su casa: “la alfombra neutra da el puntito de luz necesario y el espejo colocado estratégicamente sobre el sofá amplía el espacio”.

La distribución se conservó intacta, pero los cambios fueron estratégicos: nuevos suelos, colores neutros, tejidos naturales y mucha, mucha madera. “Queríamos que la casa siguiera teniendo ese aire rústico de montaña, pero sin caer en tópicos”, dice Silvia. Y lo consiguieron. Solo hay que ver cómo el roble natural, los blancos rotos y los beiges se combinan con piezas actuales que aportan ligereza.

La mezcla de cojines en colores teja y rosa empolvado sobre una base neutra es un acierto seguro. Si además se combinan lisos y estampados con diferentes texturas, como el lino o el terciopelo, la sensación de hogar que produce es infalible.

Una mesa de madera maciza de más de cuatro metros preside el comedor. “Siempre están reunidos y tienen invitados. ¡Caben 14 personas fácilmente!”, asegura Laura. Las sillas tapizadas ponen el toque elegante, mientras las enormes lámparas parecen flotar. “¡Tienen 70 centímetros de diámetro! pero las diseñamos en linos de tonos suaves para que resultaran ligeras”, detalla Silvia.

El comedor, decorado con una gran vitrina de madera, comparte espacio con la cocina. Ambos quedan separados visualmente por una sencilla península con encimera de madera.

Como decimos, el comedor comparte espacio con la cocina, que antes era enorme y se ha reducido considerablemente, pero sigue homenajeando sus raíces con una marcada estética de campo. “Tiene una isla pequeñita para desayunar y detalles en tonos verdes que conectan con el paisaje exterior y sus pinos centenarios”.

Para completar la estética rústica de este espacio que abarca la cocina y el comedor eligieron una bonita vitrina de madera. Este tipo de muebles de toda la vida recuperan el esplendor de antaño esta temporada, vistiéndose con sus mejores galas y dejando los tesoros a la vista. "Elegimos una vajilla de loza verde, a juego con el resto de elementos decorativos. Tiene un toque vintage que le iba fenomenal".

El dormitorio principal lo situaron en la planta baja para mayor comodidad. Esta habitación refleja la misma paleta de colores que el resto de la casa, por eso, jugar con las texturas resultó fundamental. "Nos encanta rebajar la elegancia del cabecero de terciopelo con unas lámparas con pantalla de pergamino, tan artesanales y únicas", explican.

Como es una zona de paso, tan solo hicieron falta cuatro elementos decorativos para completarlo. El suelo se cubrió con una alfombra mullida, se colocó un gran espejo de pie, un banco de madera a modo de descalzadora y una gran lámpara con pantalla con pantalla de fibras. Como dato curioso, se dejaron las antiguas vigas vistas a modo decorativo, todo un guiño a los orígenes de la casa.

La habitación tiene un vestidor con un frente de armarios que fueron diseñados a medida. Son de madera natural y se idearon sin tiradores para que se camuflaran con la otra pared, también revestida en madera, ya que es una zona abierta y de paso hacia el baño. Cuantos menos elementos que entorpezcan visualmente este espacio, mejor.

El baño tiene la peculiaridad de tener las paredes estucadas. Esa sensación de belleza imperfecta y estética rústica casaba genial con griferías de cobre. “Queríamos mantener esa conexión con lo antiguo, pero dándole un aire actual y funcional”, detallan. Una lámpara de lino es la sorpresa final de este espacio, suavizado por una alfombra redonda. “Aquí, cada rincón tiene su historia, pero está diseñado para vivir el presente”.