“Claudia y yo íbamos al colegio juntas. Somos amigas desde pequeñas”, nos cuenta la arquitecta Mar Marcos. “La casa estaba muy mal aprovechada. En el salón no cabía nada, así que mi premisa fue conseguir un espacio más amplio, sin renunciar a una mesa grande, ni a un sofá grande, puesto que ellos son muy familiares y les apetecía una casa para compartir”.

Una línea imaginaria

¿Cómo lo hizo la arquitecta aprovechar bien el espacio? “Tracé una línea imaginaria, desde donde está la chimenea. Decidí que todo lo de la derecha iba a ser el salón y lo de la izquierda iba a ser cocina-comedor. Así conseguí montar la cocina, unida al comedor, y con los bancos, uno de ellos unido hasta la chimenea, y la mesa que es muy grande, ¡aprovechar cada centímetro!, pero sin dar sensación de comerse el espacio”. ¡Bien pensado!

Con todos los muebles a medida que vemos, aprovecharon cada centímetro. “Ahora, en una casita de 90 metros pueden dormir hasta nueve personas”.

Y como es un lugar donde compartir, la casa se pensó para que hijos y padres pudieran estar cada uno cómodamente con sus amigos. Hay espacio de niños arriba y espacio de adultos, abajo. "Como el techo es muy bajito, las literas las hicimos también muy bajitas, ¡pero nadie se ha dado aún ni un coscorrón! Y tienen hasta su rinconcito de lectura".

¡Un último truco! “El dormitorio de la pareja está en planta baja. De día, el baño queda abierto para todo el mundo, pero de noche pueden cerrar las puertas correderas y queda en suite”. En esta cabañita, todo encaja.