Las almohadas suelen ser las grandes olvidadas del equipo de descanso. Elegimos con mucho mimo el colchón, pero con la almohada parece que todo (o casi todo) vale. Nada más lejos de la realidad: tener la almohada ideal puede aliviar el dolor de espalda, solucionar algunos problemas de ronquidos y aliviar carencias de sueño.
Asimismo, tener el colchón adecuado es un gran comienzo para dormir mejor, pero si tu almohada es terrible, puede que sigas dando vueltas en la cama tratando de ponerte cómodo. Por eso, lo importante es elegir la almohada con acierto. ¡Te ayudamos a dar con la más indicada para ti!
¿Cómo saber cuál es mi almohada ideal?
Es tal la importancia que tiene la almohada en nuestro descanso que los expertos aseguran que deberíamos irnos, literalmente, con ella a cuestas cuando nos vamos de vacaciones o a pasar la noche fuera. Antes de nada, debes saber que la almohada perfecta no existe, pero si existe la almohada perfecta para ti. Un sutil pero crucial matiz. Y es que la que es ideal para uno no tiene por qué serlo para ti, ¿no crees?
El grosor y la firmeza son dos de las características que definen una almohada. Y de ellas depende que al recostar nuestra cabeza en ella la almohada nos parezca el cielo o el mismísimo infierno en nuestra cama.
Según la complexión física y la postura preferida adoptada al dormir, se deberá elegir una almohada más gruesa o fina o con mayor o menos firmeza. En cualquier caso, es básico que al acostarte la columna vertebral quede recta: desde el comienzo de las cervicales hasta al final de la espalda.
La almohada y la complexión física
Sobre este aspecto, los expertos del descanso sostienen que, en general, las personas con una complexión corpulenta u hombros anchos necesitarán una almohada más gruesa que las de hombros estrechos.
Y también hay una fórmula matemática para acertar con el grosor: se debe medirla distancia entre el extremo del hombro y la oreja. Al resultado hay que sumarle entre dos y cuatro centímetros en función de la dureza de la almohada.
Cómo elegir la almohada según la posición al dormir
La posición en la que sueles dormir es importante a la hora de elegir la almohada más adecuada. Antes de decidirte, pruébala en la tienda adoptando la postura en la que te acuestas de manera habitual. Así deberías elegir almohada según la posición:
- Boca abajo: si es la postura que sueles adoptar, se recomienda elegir una almohada blanda y fina (hasta 10 cm de grosor) porque las que son demasiado duras dificultan la respiración en esta postura.
- Boca arriba: o si cambias mucho de postura al dormir, la opción más adecuada es una almohada con un grosor (entre 10 y 13 cm) y una firmeza intermedia, ya que la nuca y las cervicales necesitan reposar sin problemas.
- De lado: agradecerás que la almohada sea firme y de grosor intermedio-alto (desde 13 cm).
Qué tipos de almohadas hay según el relleno
De plumas, plumón, alforfón (trigo sarraceno), agua... Son muchos los materiales empleados para el relleno de las almohadas, pero los tres más habituales a día de hoy son:
Almohadas de Fibra
Suele ser fibra de poliéster y se caracterizan por ser almohadas transpirables, frescas y blandas. Además, al ser lavables, favorecen una mayor higiene en el descanso.
Almohadas viscoelásticas
La almohada viscoelásticaes termosensible, es decir, reacciona a los cambios de temperatura del cuerpo. Y tiene efecto memoria (memory foam), por lo que su adaptabilidad a la morfología de cuello y nuca es total, creando un molde exacto de ambos y evitando zonas de presión. Por ello, son una opción muy recomendada para personas con problemas musculares o de circulación.
Almohadas de Látex
Puede ser sintético, de origen natural o mezcla de ambos. Las almohadas de látex ofrecen una buena sujeción de la cabeza, siendo muy indicadas para quien duerme de lado o para personas corpulentas. Su estructura interna de células abiertas permite una mayor ventilación, higiene y durabilidad, esto hace que sea una buena opción para quien es alérgico a los ácaros.
Almohadas de última generación
La nueva generación de almohadas incorporan, ya sea en su estructura o en la funda, tratamientos antisuciedad, antiácaros, antihongos... E incluso incorporan Aloe Vera, que además de proporcionar más suavidad y excelentes beneficios para la piel, garantiza una máxima transpirabilidad para mejorar el descanso.
Además, una de las últimas novedades en almohadas son las que incorporan una "placa" de gel. Suelen contar con un núcleo viscoelástico que, para conseguir este efecto refrescante, incorporan una placa de gel.
Cuál es la mejor almohada para el cuello
La mejor almohada para el cuello son las almohadas cervicales, las indicadas por su diseño para aquellas personas con molestias en el cuello y las cervicales y para las que duermen de lado. Su uso está pensado para evitar que el cuello esté demasiado alto o bajo durante el sueño.
Además, si quieres asegurarte un sueño reparador y sin dolor de cervicales, nada de compartir almohada: cada uno con la suya. Los expertos recomiendan dormir siempre con tu propia almohada, porque sujeta la cabeza y favorece a que adoptes una posición natural donde la musculatura está relajada.
Qué es mejor, ¿una almohada dura o una blanda?
La suavidad o firmeza de la almohada depende sobre todo de la posición en la que uno se duerme. En general, los que duermen de espaldas lo hacen mejor con una almohada ni muy firme ni muy blanda; los que duermen de lado, lo hacen mejor con una almohada firme mientras que los que duermen boca abajo lo hacen mejor con una almohada blanda.
No importa el peso de la almohada: lo que importa es que estés cómodo con la elegida.
Cómo cuidar la almohada y cada cuánto renovarla
Nada es para siempre, y en el caso de las almohadas, su vida es bastante efímera. Los expertos de descanso recomiendan renovarla entre dos y cinco años, en función del uso que se le ha dado, del material y de sus lavados, ya que con el tiempo pierden parte de sus propiedades. ¿Un truco? Ventílala cada día, como haces con el colchón y la ropa de cama.
También es muy importante el mantenimiento. Las fundas de protección deberían lavarse cada par de meses, puesto que con el uso acumulan restos biológicos que favorecen la proliferación de bacterias. Y en cuanto a la limpieza de la almohada, es básico seguir las instrucciones del fabricante, porque no todas son aptas para la lavadora.
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