Creemos que el interior de las casas está libre de contaminación, pero no es así. De hecho, cuanto menos ventiladas, más compuestos orgánicos encierran, que se desprenden de combustiones internas y materiales sintéticos. Lo descubrió la NASA casualmente: en 1973, durante la misión Skylab III, que tenía como objetivo crear habitáculos espaciales para humanos aptos para largas estancias, se dio cuenta que en el interior, y pese a estar herméticamente cerrado, había 107 compuestos orgánicos volátiles (COV) que suponían una amenaza para la salud. Se llevó a cabo una intensa investigación y en 1989 se presentó un informe al congreso norteamericano en el que se detallaban hasta 900 COV diferentes encontrados en el aire de los edificios públicos. La conclusión fue que había que depurar el aire y se encontró un aliado fundamental: las plantas, porque captan a través de las hojas el dióxido de carbono y el oxígeno que necesitan para vivir y junto a estos gases, atrapan sustancias perjudiciales que los acompañan, como formaldehído, benceno o amoníaco. Los gases y los COV van de las hojas a las raíces de las plantas, donde son expulsados a la tierra y allí los microbios los descomponen y los convierten en sustancias fertilizantes. Las plantas, concluyó la NASA, son las grandes depuradoras que se necesitan para construir habitáculos biosostenibles.

Depurar la casa con plantas

Hoy sabemos, que si no se depuran, los edificios cerrados pueden acabar convirtiéndose en edificios enfermos, que causan graves síndromes a las personas que pasan en ellos muchas horas. Y también hemos aprendido que, aunque todas las plantas depuran, no todas son igual de eficaces haciéndolo. La hiedra, por ejemplo, está considerada una muy eficaz depuradora, al igual que las azaleas, poinsettias y filodendros (ver descripción más adelante). Podemos colocarlas en todas las habitaciones de la casa, incluidos los dormitorios, porque no es cierto, aunque esté muy extendido, que sean peligrosas por la noche: la liberación que hacen de dióxido de carbono es mínima y se compensa más que sobradamente con la emisión de oxígeno diurna. El único riesgo... ¡es que te levantes de mejor humor!