"He de ser honesta, el artífice de la elección de los materiales y de la decoración de mi casa ha sido mi marido", introduce nuestra protagonista en su casa refugio del Pirineo aragonés (muy cerquita de Monte Perdido).
La afición, muy alejada de su profesión, le viene de familia. Su tía regentaba una pequeña tienda deco en un pueblo de Teruel, donde no faltó nunca la revista. "Y ya hace más de 25 años -los que llevo con mi marido- que tampoco falta en nuestras casas. ¡Nos ha acompañado hasta en cinco mudanzas!", confiesa Teresa.
La casa es muy especial. Está alojada en lo que fue una cuadra familiar -o borda, como dicen en Aragón- del pueblo donde nacieron los padres de Teresa. Y donde ella ha veraneado desde pequeña.
Se trata de una pequeña aldea, a más de 200 km Zaragoza -su residencia habitual-, en la que solo hay una casa abierta durante el año. "Imagínate lo que ha sido acabar las obras plena pandemia. ¡Los problemas se multiplicaron!", explica. Pero mereció la pena.
Si bien la fachada de la casa sigue la estructura típica de la zona, la reforma de Teresa se ha basado en conseguir comodidad y reflejar un estilo muy nórdico. ¿Un ejemplo? La planta de arriba es súper cálida con suelos laminados y techos abuhardillados, todo ello de madera.
Su sueño era que el paisaje entrase dentro de la casa, de ahí los ventanales en el dormitorio. "Quería ver las montañas desde la cama y mi marido modificó un cristal fijo a suelo y una balconera. ¡Es como estar dentro de ellas!", cuenta orgullosa.
Este reportaje es un pequeño homenaje a Victoria. La tía del marido de Teresa, a quien le encantaba decorar y redecorar las casas de todos sus sobrinos. "Una pasión que ha heredado mi marido, con la que disfrutamos muchísimo", sentencia risueña.