Ya lo ves, tu casa no está poseída (a menos que salgan los cuadros volando por el aire). Piensa que muchos ruidos vecinales se producen por alguna causa que desconocemos y nuestra imaginación nos juega una mala pasada. Por ejemplo, si se oye un aullido, puede ser por el roce del viento o por el sonido que emiten las cuerdas del tendedero; si se trata de unos pitidos, puede ser la señal de una lavadora de algún vecino anunciando que el ciclo de lavado ha terminado.

Visto lo visto, todo tiene una explicación. Así que, ahora que ya sabes de dónde salen estos fenómenos (para)normales, ¡dormirás como un lirón!