Colgada en una ladera sobre Barcelona, nada más ver esta casa, uno sabe que es única y exclusiva. Solo comer al aire libre, bajo el porche sostenido por columnas y con esas vistas, es un privilegio. Envuelta en vegetación, su exterior tiene un aire romántico y soñador con sus glicinas colgantes y sus muebles de hierro, como una imagen sacada de otros tiempos y de otras tierras. En realidad mucho de eso tiene esta casa, ya que fue levantada a principios del pasado siglo siguiendo la moda modernista que, aseguro a quien me lea, se ha conservado casi intacta. Apenas se puede adivinar en las fotos, pero creedme. No insisto más porque para todas nosotras lo más provechoso es mirar sus interiores impecables, un auténtico homenaje a la decoración clásica de influencia inglesa. Un elogio también a la simetría, el equilibrio, la justa medida y las proporciones perfectas. Nada menos que todo esto. Y si no me creéis y pensáis que exagero, mirad la foto del salón con los dos sofás chester frente a frente, con las mesitas de taracea y barandilla y sus lámparas gemelas acompañándolos a cada lado de la chimenea de mármol de Carrara. Fijaos también en la exacta correspondencia de las ventanas, en la posición central de la vitrina-escritorio o en la colocación estricta de los grabados que flanquean las puertas correderas. La ubicación de los muebles es precisa y rigurosa, y obedece a unas estrictas reglas geométricas. A mí, os confieso, tal precisión me ha dejado directamente deslumbrada.
Y no acaba en lo dicho esta medición tan equilibrada. El privilegiado mirador insiste en estas mismas características. Sofás clásicos frente a frente, separados por una mesa de caoba y con una chaise longue entre los dos, en el centro justo de las puertas acristaladas. La situación de cada mueble parece estar calculada al milímetro y el conjunto desprende una sensación poderosa de orden y organización supremos. No he entrado en la calidad del mobiliario, algo evidente, pero por si las dudas lo aclaro: desde las piezas más importantes, como los sofás, a las menores, como las lámparas o los candelabros, son todas excelentes.