Mónica compró esta casa en Barcelona hace ya 14 años. Sus hijos nacieron aquí y esa es una (muy) buena razón para amarla. Pero hay otra más: la casa, en un edificio original del 1900, con un suelo de mosaico verdadero, pintado a mano (¿hidráulicos? ¡qué es eso!) y una imponente altura con techos ¡a 4,5 metros del suelo!, era sin duda más potente que ella.

Tuvo que ceder, y decorar como la casa le pedía: “Cuando tienes un hogar así debes honrarlo y potenciar su espíritu. Este es un piso modernista donde he intentado rescatar el trabajo de artesanos que hoy en día ya no son posibles: los suelos, los techos tan amplios gracias a los que siento que ¡respiro!, las carpinterías... Quería poner en valor su personalidad”, nos explica... y nos rendimos también a sus pies por ello.

“Cuando compré la casa tenía los suelos completamente enmoquetados. Los levanté y salieron estos suelos antiguos. La rehabilitación se enfocó a conservar todo, y tuvimos que ir con mucho cuidado. Con cada tabique que tirabas estropeabas un techo o un suelo, y con esta maravilla nos centramos en recuperar los mosaicos, que son auténticos, no hidráulicos, están pintados a mano, lo que permite rebajarlos y trabajarlos”.

Así fue como el suelo se impuso a lo que la propia Mónica pudiera haber planeado: “Para mí no es una casa fácil, puesto que este suelo te limita mucho en cuanto a estampados, papeles, colores... Te condiciona totalmente. Pero ya que es lo más bonito de la casa, ¡buscamos resaltarlo!”.

¿Cómo hacer que el suelo reine?

Para dejar que reinara, Mónica eligió para las paredes “un tono a juego, café clarito, y puse tapicerías blancas para que el mosaico resaltara mucho, pero quitar la pintura fue durísimo, ¡había capas y capas de un siglo!". Esta es “una casa de invierno, sin vistas, que mira hacia dentro, por lo que el blanco en tapicerías y textiles sirve para darle luz”, opina.

Toda la carpintería original se decapó y se dejaron las puertas y las ventanas originales de 1900. Y los techos con esa altura "son bellísimos, pero ¡muy caros en cortinas! Todas las tienes que mandar a hacer", cuenta a la vez que se ríe, rendida ante su casa.

¡Qué arte! (y sin interiorista)

"Vengo de una familia en la que siempre han gustado las antigüedades y el arte, y eso me hace ser respetuosa", comenta Mónica, y ciertamente casi todos los cuadros que vemos son de pintores de su familia, "de Julián Grau Santos, Ángeles Santos Torroella (que está también en el Museo Reina Sofía), y de Antonio Santos. ¡Tengo una familia de pintores!", comenta. De ahí seguramente le viene su delicado sentido estético, esa precisión al encontrar armonía. ¡Y eso que no es interiorista!

Su propio espacio

Atención, mujeres, porque esta idea nos gustará: para su espacio privado dentro de la casa, esta barcelonesa se ha creado su propio refugio. "Mi dormitorio eran dos cuartos y creé una gran habitación, una con la cama, otra de escritorio. El problema de tirar los tabiques en medio lo resolvimos poniendo madera en las juntas, como hicimos en algunos de los mosaicos. En el despacho, puse un sofá inspirado en la idea de si te vas de vacaciones y dejas las telas puestas. ¡Quería jugar con ese punto relajado! Aquí tengo un escritorio antiguo de roble, de principios de siglo, a juego con una lámpara antigua. Un cuadro de Ángeles Santos Torraella preside el cuarto, y así todo sigue vinculado a la herencia y la personalidad de la casa". ¡Bendita personalidad!