Cuando su abuelo le regaló esta finca en una cala de Andratx en la que tantas veces había jugado de niña, la arquitecta mallorquina Catalina Horvath decidió que no la vendería. Sería su segunda residencia, pero también quería hacer de ella una carta de amor a sus raíces. “Sabía que quería usar pocos materiales, pero que fueran muy mallorquines y artesanales. Deseaba reivindicar oficios que casi están desapareciendo”, nos explica sobre la reforma integral.
Tuvo la suerte de poder llevarla a cabo con su amiga Adriana Arranz-Sobrini, de Galán Sobrini Arquitectos. “La construcción de los 60 estaba obsoleta. Por ello, apostamos por cambiar la distribución y los acabados, así como ampliar los espacios”, nos dicen. En toda la casa, las baldosas del suelo (que además es radiante) son hechas a mano de barro mallorquín en tono rosa marés. Esta reforma confiada a la constructora local Repack hizo otros guiños a la tradición. Vamos a ver la casa más bonita de Mallorca.
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