Envuelta por un tibio sol, esta casa de campo vive la magia de los preparativos navideños. Como la propia casa, la decoración se funde con la naturaleza. El árbol de Navidad, con sus adornos blancos en vez de rojos, ya lo anuncia. El deseo de luz está en el origen de esta casa ampurdanesa, el refugio de vacaciones de Marta y su familia. “La construimos hace 12 años para poder disfrutar al máximo de la vida y la luz natural –explica su propietaria–. Venimos aquí en verano y también los fines de semana de todo el año”.

Atrapando la luz

Todos los espacios se abren hacia los porches que rodean la vivienda y, en el caso del salón, lo hace mediante unos espectaculares ventanales que hoy dejan entrar un delicioso sol de invierno. “Las persianas enrollables en ventanas y porches permiten regular la claridad y tener siempre la luz deseada, tanto en verano como en invierno”.

Su rincón favorito

Aunque, para Marta, el espacio clave de la casa es el patio interior, alrededor del cual se organizan todas las estancias. “Es también una fuente de luz y, lo confieso, mi lugar preferido... En verano es perfecto, fresco y sombreado, pero durante el resto del año, si el tiempo es bueno como hoy, sigue siendo un escondite maravilloso, templado y protegido del viento”.

Adornos nacidos en el bosque

La casa está rodeada por un jardín y abrazada por un bosque del que proceden muchos de los materiales con los que Marta elabora sus adornos festivos. Las coronas de boj, los ramilletes de eucalipto o las ramas de magnolio que dan cuerpo al árbol de Navidad han sido recogidos durante los paseos por los alrededores.

“Este año queríamos una decoración que se saliera un poco de lo habitual, sin tanto rojo, y muy vinculada a la naturaleza, como la misma casa”.

Las tapicerías agradecen esta decoración navideña que encaja perfectamente con sus tonos tierra, crudos, beiges y azules.

Cómoda para disfrutarla entre familia y amigos

“La comodidad es la segunda idea esencial sobre la que hicimos la casa: espaciosos porches con zonas de estar y comedor, un amplio salón con sofás ante la chimenea, una estancia que aúna cocina y comedor con salida al exterior, dormitorios arropados por tejidos naturales...”. Todo ello entre paredes encaladas con pigmentos naturales color crema y un cálido pavimento de iroco. “Nos inspiramos en el estilo tradicional de las masías de la zona, pero dando prioridad a la funcionalidad para hacernos la vida más fácil. Además, nos gusta recibir a menudo a la familia y los amigos”. Esto último lo corrobora la mesa ya puesta en la que no falta detalle. Una sopera antigua sirve de centro floral, en el que uvas e higos se mezclan con hortensias y rosas. Los cubiertos se presentan en bolsitas individuales de tela de saco, y del respaldo de cada silla cuelga un hatillo de eucalipto y boj con la inicial de cada comensal. La casa lista para que empiecen a llegar los invitados.