"Compramos la casa hace dos años pensando en rehabilitarla. Estaba muy abandonada, imagínate que en el patio trasero había ¡hasta gallinas!", nos cuenta Anna, la propietaria. Para reformar esta casita de dos plantas, contaron con la ayuda de la interiorista Marta Prats: “Es un edificio protegido que forma parte del núcleo histórico de este barrio barcelonés, que antes era un pueblo y se acabó anexionando a la ciudad. No pudimos tocar nada de la fachada”, comenta. Y el resultado es acogedor, moderno y preparado para disfrutar del día a día. ¿Entramos?

 

La casita de Barcelona, llena de sorpresas

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