Elena Castells nos deja entrar en esta casa que transmite calma y carácter: con cocina con office abierta al salón, muy luminosa y rincones elegantes

La ubicación del despacho fue la decisión más difícil que tomaron entre todos y que ahora celebran. Un lugar privilegiado: el salón de la antigua casa con su chimenea y su boiserie original ahora pintada en este precioso azul. “Querían un espacio para poder trabajar en casa pero junto a los niños por eso elegimos estas puertas correderas en hierro, gemelas a las de la cocina”. Además esconden unas cortinas por si surgen videollamadas o vienen visitas. Porque sí, ese precioso y clásico chester esconde la cama de invitados. 

En el comedor reina una mesa grande diseñada para 12 personas que Elena presenta con dos bancos tapizados en azul: “No me gusta ver un mar de sillas”. Al fondo y a la derecha podemos ver dos puertas correderas más. La que se esconde tras la librería da paso a la zona de noche. La de la derecha da al recibidor.

La zona de office comparte el mismo suelo que el resto de la casa. Otra de las claves decorativas que le da carácter y que les costó muchísimo encontrar: un parqué de roble claro laminado a prueba de niños colocado en espiga. Y como al propietario le encanta recibir y hacer paellas, la isla con los fuegos marcó la distribución del espacio: con la barra delante y la mesa al lado. Para cocinar al lado de los invitados o de la familia.

En la zona de trabajo el pavimento vuelve a ser clave: desparece el roble claro y aparece un damero blanco y gris, con mucho carácter. Y, de nuevo con colocación especial, en rombo. Es una cocina con mucha capacidad de almacenaje, con zonas de armarios de techo a suelo, pero con vitrinas y interiores en roble para aligerar.

En el dormitorio siguen las mismas reglas cromáticas, pero con otros ingredientes. Las paredes son claras pero el suelo pasa a ser una cálida moqueta gris que parece prolongarse en el cabecero tapizado. Los toques de madera los aportan las mesitas y el ventilador.

Las dos habitaciones de los niños combinan diferentes tonos de papel pintado para decorar las paredes. Las separa y las junta una gran puerta corredera que regala intimidad cuando hace falta o un grandioso  espacio central para disfrutar del juego. ¿Qué más se puede pedir?