¡Me he llevado una sorpresa tremenda! Resulta que, según publica el portal inmobiliario Trulia, Leo (le voy a llamar así. Si me meto en su casa es lo mínimo, ¿no?) vende una vivienda en Malibú (en la playa, vaya) que me encanta: no me creo que la haya decorado él solito, sin ayuda de ninguna mujer. Bueno, vale, aquí puedo haberme colado. ¿Por qué no va a apreciar el muchacho el gusto por unas vistas al mar, con unos textiles naturales, y unas maderas por el suelo, donde daría cualquier cosa por andar descalza ahora mismo?
Así que, ¡oh, maravilla! Descubro que Leo y yo tenemos cosas en común:
a) A Leo y a mí nos gustan las cocinas abiertas. No sólo eso. Sino que le va la misma combinación que a mí: ese gris ceniza que se lleva ahora, con unos muebles de carpintería con un punto clásico, suelo de madera en la cocina, para no romper que diría una interiorista. La alfombrita me parece más discutible, pero se lo perdono por el detalle de los azulejos en espiga y las estanterías de madera sobre la encimera. Si algún día cambio mi cocina, tal vez le copie.
b) A Leo y a mí nos va el rollo japonés (o un aire). No es que la casa sea japonesa, no es eso, puristas de la deco, que ya lo sé. Lo que digo es que ese patio, con plantas tipo helechos y grava, y esa entrada de madera, todo diáfano, con una puerta que a simple vista semeja corredera, como de persiana, seguramente para dejar pasar el aire, me recuerda las pelis orientales. Oye, a ver si al amigo DiCaprio le va el momento zen. Aunque con tanta novia rubia, no sé yo si tiene tiempo para la meditación.
c) A Leo y a mí nos inspiran los colores claros (qué bien suena). Y es verdad. Yo, ya sea porque leo El Mueble, ya sea porque es mi gusto natural, últimamente paso de colores estridentes. Me gusta que Leo tenga un salón así como tan sereno, tan suave. Se ve que para escapar del estrés de la vida que debe de llevar en Hollywood necesita la quietud y tranquilidad de un hogar como éste. Y además mirar el mar relaja. En esto también coincidimos el multimillonario y yo: yo también habría puesto cristaleras que den al mar en toda la casa. Lo que tal vez me habría ahorrado habría sido el jacuzzi exterior. Lo veo un pelín horterilla. Pero como estoy enumerando cosas que me unen a Leo y no que desunen, lo voy a dejar pasar (esta vez).
d) A Leo y a mí nos encanta la madera. Aquí quiero hacer una precisión: lo que no me va nada (y se ve que al Lobo de Wall Street tampoco) son los brillos ni las oscuridades en madera. Y mira qué buen gusto DiCaprio, a él tampoco. Toda la casa, sobre todo en la parte exterior, tiene una madera lavada muy clara así como rusticona, pero chic, muy sencilla. El estar exterior es una delicia, oigan. Casi casi que los sofás parecen hechos con palés, pero no, tampoco es que el actor sea tan hippie. Yo le hubiera puesto más y más plantas, rollo novia invasiva y loca de la fertilidad plantígrada, pero se ve que las rubias no estaban por la labor. Bueno.
e) A Leo y a mí nos gusta la mezcla de texturas. Veo en esta casita de la playa (además del papel pintado en la escalera que me parece un super acierto, así como atrevido, como de restaurante modernillo) varios tejidos que me agradan: me vuelven loca para empezar esos cojines peludos. También en la manta y la alfombra gris de una de las habitaciones el hombre deja claro que le va el confort atemporal. Me gusta que los combine con unas sábanas malva y también que tenga una manta en el sofá. Y en la otra habitación, sábanas blancas (hombres modernos, por favor, tomad nota: las sábanas negras nos dan miedo. Nos parece mucho más confiable un tipo con sábanas blancas).
A ver, que no digo que tooooda la casa me encante. La alfombra del salón, como que saca mi lado animalista y me da pena el lobo (o lo que fuera) que sucumbió (y me pregunto si en Malibú hace tanto frío para tener una piel como ésta, no lo sé). Y la cama del dormitorio en blanco la veo un poco La Sirenita. Pero en conjunto creo que Leo y yo tenemos mucho más en común de lo que creía. Tal vez deberíamos tomarnos una copa.