Al elegir la iluminación para el interior de nuestro hogar, conviene saber algunas características técnicas como la intensidad de la luz, la temperatura de color o el índice de reproducción cromática. Son factores fundamentales para crear el ambiente más adecuado: frío o cálido, de relax o de trabajo, para disfrutar de vez en cuando o de manera habitual.
Elegir el tipo de iluminación es de vital importancia para aportar no solo calidez y bienestar al ambiente, sino para favorecer procesos biológicos adecuados. Para ello, conviene conocer algunos aspectos específicos como la intensidad de la luz ideal para cada espacio en función de su uso, o el índice de reproducción cromática de una determinada lámpara, así como la calidad o la temperatura de color de dicha luz.
La intensidad de luz es la cantidad o densidad de luz que incide en un punto concreto en relación a la distancia con su foco emisor. La unidad del nivel de iluminación es el lux. Si bien el ojo humano puede distinguir y ver de forma correcta entre 0,1 lux de una noche de luna llena y los 100.000 lux de un día despejado en plena calle, en los ambientes interiores las densidades habituales de luz oscilan entre los 50 y los 100 lux de un pasillo, de los 100 a 200 lux de una cocina, los 500 lux mínimos que se precisan para un lugar de trabajo, los 1.000 lux en un estudio de dibujo o fotografía o los 15.000 a 25.000 lux necesarios para realizar una operación en un quirófano. A la hora de iluminar una vivienda, taller u oficina, los técnicos utilizan como referencia una serie de estándares internacionales de iluminación general que giran entorno a la unidades mencionadas, pero conviene saber que éstos son solo los mínimos establecidos y que, a menudo, para ver bien y estar más activos y alegres, precisamos intensidades diurnas más altas. Por ejemplo, cuando leemos al lado de la ventana iluminados por la luz indirecta del sol es fácil recibir 10.000 lux, es quizá por ello que cuando estamos iluminados por debajo de los 600-800 lux, el cerebro interpreta que se está haciendo de noche y nos prepara para la fase de sueño. Así pues, los 500 lux aconsejados para el estudio de los niños en la escuela o para un oficina no es precisamente la intensidad más adecuada, sino más bien una intensidad de luz pobre y deficiente. Si en casa optamos por iluminarnos con el máximo de luz natural, procedente de ventanas o lucernarios en los techos, evitaremos pasar “hambre de luz”.