A menudo pensamos en la luz solo desde un punto de vista funcional, sin tener en cuenta que hasta el espacio más soso puede cobrar una nueva dimensión con una estudiada iluminación. Y, al contrario, el mejor interiorismo puede acabar deslucido con una mala.
1. No lo dejes para el final
Un buen proyecto lumínico requiere un estudiada planificación que permita disponer las tomas de corriente adecuadas en los lugares correctos –en caso de reforma–, elegir las luminarias que van con el espacio, según el uso que se hará de él y nuestros gustos –y que quizás sea una luz cálida y difusa que deba ir colocada en una cornisa o en el contorno del falso techo y no una deslumbrante lámpara colgada en el centro de la estancia...
2. En su justa medida
Aunque el 'más vale que sobre que no que falte' puede funcionar en determinados casos –como comidas familiares y poco más–, no es así a la hora de iluminar un ambiente. Una estancia sobreiluminada puede llegar a resultar desagradable, ya que aplana las formas haciendo que parezca un decorado sin matices, por no hablar del gasto en electricidad que conlleva.
Para elegir la intensidad adecuada a cada espacio, piensa en el uso que harás de él y en la atmósfera que buscas. Así, por ejemplo, lugares de trabajo como el estudio, la cocina o incluso el área de cortesía del baño requerirán una luz blanca, potente y mejor directa, mientras que otras como el recibidor, la zona de tertulia del salón o el dormitorio se beneficiarán más de luces más cálidas y amarillentas, con un nivel de intensidad medio y a ser posible difusas.
3. La potencia sin control no sirve de nada
Incluso los demasiado jóvenes para recordar el famoso eslogan de neumáticos Pirelli con la imagen del velocista Carl Lewis en tacones de aguja coincidirán con lo acertado de esta frase. Entonces, ¿por qué cuesta tanto aplicarla a la iluminación de nuestro hogar? Regular la luz es esencial para trabajar, hacer los deberes o disfrutar de una cena. No más deslumbramientos en momentos de intimidad o ir desconjuntada todo el día por haberse vestido 'a oscuras'.
4. No basta con una
Puede que esa lámpara de diseño te haya llevado semanas de búsqueda y quieras darle el protagonismo que se merece colocándola en medio del techo. Perfecto, pero debes saber que, por fantástica que sea esa luz principal, no basta para alumbrar toda una habitación.
Asegúrate de completar esa iluminación general con otras lámparas auxiliares colocadas de forma estratégica: en las esquinas para delimitar con claridad las dimensiones de la estancia y potenciar la sensación de amplitud; junto a la zona de tertulia, para rellenar y crear ambiente; sobre la encimera de la cocina y el espejo del baño, para poder trabajar y asearnos; sobre el escritorio o el asiento de lectura... Analiza los usos de cada espacio para descubrir los puntos de luz necesarios y complétalos con otros de realce para crear un ambiente rico en matices.
5. Luces y sombras
Armados con todas las lámparas necesarias, hay que colocarlas correctamente. Por ejemplo, en el baño o la cocina, una luz justo encima de nuestra cabeza hará que nos veamos como un personaje de 'The walking dead' –sobre todo a primera hora de la mañana– y que nos hagamos sombra a nosotros mismos al preparar el almuerzo. En el primer caso, es mejor colocar apliques en el espejo o a ambos lados de este para iluminar completamente la cara mientras que en el segundo, resulta ideal instalar luces en la parte inferior de los armarios.
Algo similar sucede en una zona de estudio o lectura, donde son muy aconsejables las lámparas orientables, que permitan dirigir el haz de luz hacia donde deseemos, mientras que en lugares como el recibidor o el estar, las lámparas de pie o de sobremesa de luz difusa, con pantallas que la maticen, son una opción más deseable.
6. Cuestión de temperatura
¿Tu dormitorio parece un quirófano, por su luz blanca y descarnada? ¿O, por el contrario, en el baño una luz amarilla hace que se vea distinto el color de nuestra sombra de ojos preferida? La temperatura de color de las distintas fuentes de luz puede desvirtuar el ambiente de una habitación si no se elige adecuadamente. Ésta se especifica en su envase, en grados Kelvin y, a rasgos generales, cuanto más bajo es el valor, más cálida es la luz; los valores más altos indican que la luz es más fría.
7. El tamaño sí importa
Más allá de su estilo (a gustos, colores), las lámparas que elijamos deben ajustarse a las dimensiones del espacio al que se destinan. Una muy pequeña dispuesta sobre una mesa de comedor de buena capacidad no solo se verá desproporcionada, sino que dejará zonas de la superficie sin iluminar.
Para acertar con las dimensiones, decide el lugar en el que se colocará antes de lanzarte a comprar cualquier pieza –por fantástica que te parezca– y ten presente que en las tiendas de lámparas pueden parecer más pequeñas de lo que son en realidad.
8. Ahorra, pero con cabeza
¿Tiemblas cuando llega la factura de la luz? Quizás es el momento de reconsiderar todos esos halógenos que tachonan el techo de la casa –absolutamente ineficaces–, aunque tampoco se trata de volverse locos y colocar lámparas de bajo consumo en todas partes. Hay muchos tipos de bombillas y cada una tiene su aplicación que conviene conocer.
En pasillos, baños o vestidores es mejor optar por lámparas como las halógenas de bajo consumo, por su luz nítida y brillante desde el instante en que las enciendes
9. No sirve cualquier LED
Consumen menos y duran más, por lo que es fácil caer en la tentación de sustituir todas las fuentes de luz de la casa por LEDs. Además de tener en cuenta las características de otras lámparas ya mencionadas, que nos permitirán crear un entorno lumínico rico y variado, antes de lanzarse a comprar estos 'diodos emisores de luz' a manos llenas ten en cuenta que la calidad de los elegidos es fundamental.
10. La mejor luz, la natural
Sabes qué potencia, temperatura de color y sistema es mejor para la iluminación de tu casa pero no te has parado a pensar en uno de los puntos más importantes: la luz natural que recibe y cómo integrarla en el proyecto lumínico. Lo cierto es que un buen aprovechamiento de este recurso no solo hará que el conjunto luzca en todo su esplendor, sino que puede suponer un importante ahorro en términos de consumo energético.
Evita colocar muebles altos u otros obstáculos frente a las ventanas, que impidan que la luz circule de forma fluida por el interior. O incluso plantéate eliminar algún tabique divisorio o sustituirlo por alguna solución más luminosa, como mamparas translúcidas o cristaleras.
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