Lorena (@simplyamate en Instagram) es una arquitecta argentina afincada en Italia desde hace casi 19 años. Y hoy, nos abre las puertas de la casa que comparte con su pareja Paolo -un italiano "argentinizado" como le gusta definirlo- en las afueras de Ferrara. Una ciudad medieval con mucho encanto, rodeada de naturaleza.
"Cuando compramos esta casa se encontraba en obras, pero como el proyecto ya estaba aprobado la legislación no nos permitió hacer muchos cambios. Solo pudimos elegir los revestimientos y por supuesto ¡la decoración!". Contaban con unos 150 m2 y un maravilloso jardín de 200 m2 al que poder sacarle mucho provecho.
Pero vamos directas a su rincón favorito: el altillo. Lorena ha creado una acogedora sala de estar perfecta para "los días fríos de lluvia. Puedes escuchar como golpea en el techo mientras ves películas al lado de la chimenea", detalla la lectora. Algunas de las láminas que lo decoran también tienen historia.
"Cuando era adolescente, descubrí la revista El Mueble en mi Buenos Aires natal y fue amor a primera vista. Cada mes corría a buscarla para leerla y disfrutarla una y otra vez. Al empezar mi aventura europea, me traje unas láminas que regalaban algunos ejemplares. Siempre supe que quería usarlas en mi hogar y que si yo me iba, ¡se venían conmigo!", confiesa.
El proyecto original tenía un salón y una cocina comedor, "pero quería una cocina con isla porque amo cocinar y me gusta el ambiente que se genera al tener invitados y poder hacerlo a su alrededor", cuenta. De modo que pusieron el comedor en lo que era el salón. ¿Un detalle? Escogieron una lámpara para colocar sobre la isla con un modelo lineal y fácil de limpiar.
Otro de los cambios que hicieron fue poner los mismos suelos en toda la casa para darle continuidad a los ambientes. Aunque predomina el blanco, ¡no faltan toques de color! Incluso han pintado algunos muebles como la cómoda del comedor. "Me gusta que la casa se transforme todo el tiempo, que sea dinámica y viva como nosotros", confiesa. Y también que se vaya adaptando a sus nuevas necesidades.
A raíz del confinamiento, la habitación de huéspedes se transformó en su oficina. La cama pasó a ser un sofá y pusieron un escritorio y una silla bien cómoda para pasar muchas horas sentada. Y el salón del garaje se convirtió en un taller creativo.
Otro método que siguen para no aburrirse nunca de la decoración de su casa es cambiar de lugar los muebles para darles nuevos usos a los ambientes: "Hemos llegado a subir y bajar sillones y aparadores por los tres pisos de la casa como si de una verdadera mudanza se tratara!".
En el dormitorio principal, la joya de la corona es un cabecero de cuero ecológico al que le cambiaron el color con pintura a la tiza. Pero los cambios no son siempre tan grandes. Les animan los pequeños proyectos como renovar objetos y textiles y, para las fechas especiales, ¡vestir la casa de fiesta de arriba a abajo!
La verdad es que disfrutan mucho haciéndolo y han conseguido crear una casa con mucha personalidad. O, como ella dice, "una casa real y vivida" que tan bien les identifica.