El dormitorio es, por excelencia, la estancia en la que más buscamos sentirnos cómodos y crear un espacio acogedor. Y, piénsalo, no hay nada peor que levantarte por la mañana y toparte con el desagradable tacto frío del suelo, especialmente si es pavimento cerámico, hidráulico o gres. ¡Qué frío!, ¿verdad? Por eso, la elección de la alfombra para el dormitorio es casi tan importante como la elección del colchón.
Hay varias maneras de poner la alfombra en el dormitorio. Tu elección dependerá, sobre todo, del tamaño de la estancia. Si es amplia, puedes permitirte poner una grande a los pies para que la estancia resulte más recogida y acogedora. También puedes colocarla de manera que abarque las mesillas y toda la cama, saliendo por sus tres costados. En cambio, si la habitación es algo más pequeña, una muy buena opción es una a cada lado de la cama –opcional es poner una tercera a los pies–. Tienen que cubrir, al menos, todo el largo de la cama y la anchura mayor a la de las mesitas.
En cuanto al material, la mejor alternativa para el dormitorio son las de lana, especialmente en invierno. Aunque atraen más el polvo y requieren ser aspiradas con frecuencia, son cálidas y muy mullidas a la pisada. ¡Por supuesto que merece la pena! Las de algodón y las de fibras naturales son mejores para el verano: llenan de frescura la estancia, resultan acogedoras y aportan personalidad.
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