Por suerte o por desgracia, este piso pertenece a una finca de los años 60. Lo que para otros podría haber sido un lastre, fue una bendición para Cristina Mas Mir, la arquitecta e interiorista contratada por una pareja con dos niños pequeños para reformarlo. La propia finca contribuye a la sensación de casa señorial y tranquila que ella quiso dar a la renovada vivienda, en la que una enorme zona de día (dos salones, comedor y cocina) ocupa el espacio antes reservado a cinco estancias minúsculas, oscuras y mal aprovechadas. Ahora, es un piso del siglo XXI de aires casi palaciegos cuya estética tardará mucho en pasar de moda. ¿Lo vemos?

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