Necesitaron más de dos años de obras, pero no se arrepienten de nada. “Solo quedaba en pie la estructura de la casa, y como es una finca catalogada había que respetarla. Los interiores estaban en ruinas, con pintadas, crecían plantas entre la rocalla del suelo...”, recuerda Cuca Arraut, responsable de la rehabilitación y el interiorismo.
Cuca optó por maderas nobles, lino, cáñamo, texturas naturales y una base cromática en tres tonos para los interiores: blanco, azul y gris. “Colores frescos y vinculados con el mar”.
Lluïsa está encantada con el resultado: “Despertarse aquí es como hacerlo en un barco, en medio del mar”. De esa vida anterior solo queda lo bueno.