"Apenas conocía Formentera, las playas típicas y poco más –recuerda María López, decoradora y propietaria de esta casa–. Así que un fin de semana me fui sola con la bici para recorrerla. Y me encantó". A partir de entonces María y su familia convirtieron esta isla en su destino preferido de vacaciones mientras buscaban una casa donde poder instalarse y dejar de peregrinar de hotel en hotel. Y dieron con esta: "Era un horror. ¡Tremenda! Era una construcción de los años setenta sin electricidad, oscura, daba la espalda al mar y a su maravilloso entorno... Pero el enclave era espectacular, porque podías ver el mar".
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