Esta es una historia de largos papeleos y complicados trámites burocráticos con final feliz, gracias a su protagonista, Aurora Monasterio, que es de esa clase de personas que cuando se encuentran un problema lo convierten en una oportunidad. Es arquitecta de interiores, pero sobre todo es una mujer paciente y optimista. Ante el imparable aumento del precio de la vivienda, buscó (o más bien encontró) su propia solución: compró una oficina y la convirtió en hogar. Supone una serie de trámites engorrosos y desgastantes, hay que "superar toda una serie de zancadillas burocráticas: catastro, tasas, registro...", nos explica. Ahora ella 'controla' esas gestiones, y las realiza para los clientes con tanto mimo como lo hizo para su familia.
Pero vayamos al principio. Aurora soñaba con vivir con su marido y sus dos hijos en Chamartín -"porque es el barrio más residencial, más verde y más 'para niños' de Madrid"-, pero era imposible encontrar una vivienda a su medida a los precios que ofrecía el mercado.
Cuando encontró esta antigua oficina que, además, pertenecía a una comunidad con piscina, se decidió y convirtió la pesadilla administrativa en desafío. La obra, de casi medio año, dio lugar a esta casa amplia y cómoda. "La gente no sabe ver el potencial que puede tener una oficina. Ven espacios feos y cerrados, pero hay que imaginarlos de otra manera. Mis clientes alucinan cuando les enseño fotos de cómo era mi casa antes de la reforma".
Pero no resultó fácil. La obra fue integral: desde modificar el tamaño de las ventanas (para lo que hubo que pedir un nuevo permiso al Ayuntamiento) hasta instalar la fontanería y la electricidad, completamente nuevas. Donde la mayoría veríamos obstáculos Aurora veía posibilidades: "Es lo bueno de empezar de cero, que tienes en bruto un espacio y lo puedes hacer completamente a tu gusto y a tu medida". En su caso, el principal objetivo era que aquel angosto bajo se inundara de luz, por eso necesitaba espacios abiertos y amplios, para que la luz fluyera sin obstáculo. Misión más que cumplida gracias a una protagonista indiscutible: la cocina. "En cualquier casa, pero sobre todo si hay niños, es la zona donde se hace más vida. La necesitaba cómoda, bonita y grande".
Abran paso a la luz
De oscura a luminosa. El gran miedo de la interiorista era que, al ser un bajo, la vivienda no quedara luminosa. La solución fue eliminar paredes y dejar las menos posibles. Las ventanas también se modificaron y se ampliaron.
Un truco. Las persianas venecianas blancas de DM 'disimulan' que las ventanas no son simétricas, una de las preocupaciones de Aurora Monasterio.
Sin embargo, para Aurora el principal atractivo de la casa no es mérito suyo: "Lo que más impresiona es el verde, porque en cualquier ventana tienes la sensación de estar en plena naturaleza". El de las ramas asomándose es el más potente de los tonos de la casa: "Busqué hacerlo todo con una paleta de colores muy neutra, que no me cansara. Como decoradora, mis clientes me piden espacios muy peculiares y me divierte, pero para mi casa tenía claro que quería lo más sencillo del mundo". Tanto que por toda la casa se esconden puertas paneladas de armarios disfrazados de paredes. Y en cuanto a las compras, poco que decir: "Hay mucho de la casa anterior, mucho heredado y ¡mucho Wallapop!". Aurora Monasterio es una mujer paciente, optimista... ¡y una chica muy lista!