En sus orígenes era un refugio de montaña clásico, con todos las peores tópicos que muchas veces tal condición ha arrastrado. Es decir, poca luz, techos de madera oscura, suelos de más madera oscura, un sofá incómodo, una librería como un armatoste inútil y una mesa de comedor que llenaba todo el espacio.
Pero sus actuales dueños decidieron darle un cambiazo de abajo a arriba, confiárselo a una decoradora de gusto probado y soluciones siempre acertadas, y convertir la casa en el mejor lugar donde disfrutar de la vida y la montaña. Para eso hubo que olvidarse de las teorías antiguas y tirar por tierra muchos juicios sin fundamento. El primero de todos, que el blanco es un color frío, porque fue el tono elegido por la decoradora María Lladó para definir la casa.
Blanco en las maderas de listones del techo, blanco para la carpintería interior, blanco para las paredes, blanco para la moqueta que cubre todos los suelos, incluido el de los baños, y también blanco para la tapicería de los dos confortables sofás. Eso sí, unos blancos matizados y distintos, que también en eso hay que saber distinguir. Y así se van sucediendo, con astucia y sabiduría, y según los distintos soportes (algodones, madera, lana), el blanco radiante, el más lechoso, el roto tirando a beige… Y se combinaron con el lino crudo de las cortinas, el cuero del butacón, la madera oscura de las vigas, los colores intensos de los cojines. Eso en la planta baja, pero en la alta, destinada a dormitorios y baños, la solución ha sido la misma y el resultado, igualmente lucido.
La elección del blanco para una casa en la montaña había sido todo un hallazgo. Las otras dos palabras mágicas serán combinación y armonía.
Combinación entre tonos, ya lo he señalado, siempre dentro de una gama dominante clara y luminosa, vamos, lo que se dice armónica. Pero también esa inteligente mezcla se ha aplicado al mobiliario, que aprovecha algunos elementos del estilo rústico tradicional para darles un aire nuevo. Como la sencilla mesa de comedor con sobre de zinc y bancos tapizados con franela. O el mueble de obra de pared a pared con librería, chimenea y leñera. O el cabecero de cuero antiguo del dormitorio principal. Y sobre todo la presencia de las vigas del techo que destacan más aún sobre el fondo de los listones blancos. Y se hacen poderosas en los dormitorios y baños de la planta superior, abuhardillados, abiertos a las montañas y a los bosques, invadidos por una luz esplendorosamente limpia.
No quiero olvidarme de contaros una cosa sobre la moqueta. Ya, me imagino que os habéis asustado un poco: ¡toda la casa con moqueta! ¡ a ver cómo se limpian esos suelos! Bueno, pues no es tan difícil. Para empezar, lo mejor (lo más higiénico y también lo más cómodo) es quitarse los zapatos en la entrada. Y para acabar, hoy en día los nuevos materiales de las moquetas y los productos de limpieza permiten mantenerlas relucientes en un dos por tres.
¿Tú también tienes en tu casa moqueta? Cuéntanos en los Comentarios de este artículo cómo la cuidas.