Lorenzo nos avisó: lleva a Suecia en el corazón. Y, en Suecia, lo de la Navidad no es ninguna broma. Las calles de pueblos y ciudades se llenan de mercadillos navideños, pistas de patinaje, galletas de jengibre y procesiones con velas para celebrar Santa Lucía (en Estocolmo llegan a participar hasta 100.000 chicas en este tradicional desfile, que iluminan la oscuridad con sus velas y sus vestidos blancos).
Suecia está a más de tres mil kilómetros de aquí... pero su esencia, la magia de la Navidad, vive en la casa de Lorenzo y sus hijas, Allegra y Stella. Y no hay un rincón que se escape de ella. En el jardín, una lluvia de estrellas es el mejor escenario para cantar villancicos mientras papá toca la guitarra.
El árbol de Navidad –grande, tupido y muy recto, como manda la tradición sueca– se convierte en el rey del salón y en el mejor árbol de los deseos (los adornos llevan mensajes para el año nuevo, como "disfrutar la casa" o "soñar despiertos cada día").
Y la mesa, esa preciosidad antigua de la que tan orgulloso está Lorenzo, se viste con ramas de abeto, velas y manzanas de madera. ¡Claro! Madera, cómo no. Más nórdico imposible.
La mesa está lista para recibir... pero ¿qué es ese alboroto en la cocina? Las niñas están preparando galletas y un dulce aroma a jengibre lo llena todo. ¡Qué felicidad! Risas, velas, música, luces... ¿será esa la auténtica magia de la Navidad? Estés donde estés, en Suecia o en Madrid, es disfrutar a tope de todos los momentos, de los pequeños detalles. ¡Gracias por compartirlos con nosotros!