Justo al lado del jardín, tras uno de los setos, pasa un sendero que usan a menudo rebaños de ovejas. “Es muy divertido ver las caras de nuestros invitados cuando estamos tranquilamente en el jardín y, de repente, se empiezan a oír balidos y tañidos de cencerro”, cuenta Xenia Baeza, la propietaria.
Xenia dirige una empresa de eventos y su esposo es abogado, y se refugian en su casa tras el trabajo. Es su oasis particular, a las afueras de la ciudad. Ella no ha dejado nada al azar para conseguir el refugio ideal, el escondite donde desconectar el móvil, olvidarse de todo… y ver pasar a las ovejas camino de sus pastos.