Decir que lo mejor que tiene esta casa son las vistas sería cometer una injusticia de tomo y lomo. Porque la construcción, blanquísima y discreta, es justo la que el entorno exige, y sus interiores, amplios y limpios, son perfectos. Pero también sería faltar a la verdad no colocar en primer lugar su situación, sobrevolando la entrada de una bahía mallorquina, con el mediterráneo azul intenso como telón de fondo. En fin, una maravilla. Y un ejemplo estupendo de cómo la arquitectura está pensada en función de un escenario portentoso. Y en esa muy sabia alianza entre paisaje natural y obra humana me centraré. De fuera a adentro, porque así, vista desde el exterior, la casa intenta parecer sencilla y modesta, para no quitar ni un ápice de protagonismo a la montaña, los pinos y el mar. Se trata de una construcción rectilínea de dos plantas y una azotea, sin más florituras que las necesarias y abundantes barandillas (tan sobrias como la misma casa) porque su posición en plena pendiente es tan excepcional como vertiginosa.
La planta baja se abre en sucesivos ventanales a un porche y a la piscina, de vaso rectangular y desbordante, de tal manera que introducirse en sus aguas es casi como hacerlo en el mismo mar que contemplamos más abajo. Un lujazo.
La segunda planta sigue a rajatabla las mismas líneas: la fachada que da al mar es pura cristalera del techo al suelo y la comunicación con el exterior es absoluta. Es aquí donde se organizan sin separación alguna los distintos ambientes para estar, para comer y para cocinar. Un enorme sofá rinconero forma una U alrededor de una mesa blanca (blanca como las tapicerías, como las paredes y techos, como la misma cocina), un lugar para charlar y disfrutar del paisaje sin obstáculo alguno. En realidad, lo más destacable es esa continuidad, la sucesión de ámbitos de uso distinto, el espacio diáfano, la atmósfera transparente, el sometimiento voluntario y feliz del interior al dominio mediterráneo.
Y dentro de ese marco general, algunas observaciones que vienen al caso. Por ejemplo, el uso de piedra natural abujardada (para quien no lo sepa: es el nombre técnico de un acabado que convierte la superficie de la piedra en rugosa para evitar deslizamientos y facilitar el mantenimiento) en el suelo de toda la casa. En el interior y en el exterior, lo podéis comprobar en la foto de la piscina porque la piedra llega justo hasta el borde del agua. Otro ejemplo, en este caso ofrecido por el mobiliario: fijaos que en los muebles de los espacios interiores predomina el blanco, tanto en tapicerías como en las mesas y en el mobiliario de la cocina. Sin embargo en las zonas al aire libre de las dos plantas los materiales protagonistas son las fibras vegetales y las maderas, introduciendo así el color de la naturaleza en la blancura de la construcción. Y para acabar con estas últimas notas, ¡cielos, qué dormitorio, qué bañera, qué maravilla de las maravillas! Ya sé, es necesario tener primero esas vistas, pero una vez conseguidas, no queda más remedio que alabar el gusto de quien diseñó este espacio. Y soñar con que puede ser nuestro, que soñar es gratis.
¿Qué espacios de la casa te han parecido más bonitos? ¡Cuéntanoslo en los Comentarios de este artículo!